¿Recuerdan cuando dijimos que, básicamente,
a partir del siglo XVII el castillo quedaba prácticamente abandonado? Bueno,
pues eso es justo lo que pasó. Durante poco más de tres siglos, el castillo de
Vélez Blanco estuvo abandonado y, con el paso del tiempo, fue deteriorándose cada
vez más y más.
Pero nada dura para siempre. Y,
aparentemente, aparte del deterioro, esto incluía el tener que quedarse donde
lo construyeron.
Hay que ubicarnos temporalmente
en los principios del siglo XX. A estas alturas el castillo esta casi en
ruinas, y prácticamente no vive nadie allí ya. Por ello, no es de extrañar que
sus propietarios de entonces, los duques de Medina Sidonia, decidiesen vender
algunas partes de este inmueble al mejor postor. En este caso, el mejor postor
resultó ser un tratante y coleccionista francés llamado J. Goldberg, el cual
compró en 1903 los frescos que comentamos en la otra entrada, a quien luego se
la compró otro coleccionista francés, Emile Peyre, quien acabó por donarlos al
Museo de Artes Decorativas de París, donde se guardaron sin inventariar y por
ello se descubrieron de casualidad casi un siglo después, en 1992.
Pero la compra gorda fue la del
Patio del Honor. Realizada en 1904, se le vendió al mismo Goldberg el patio
entero, incluyendo también algunos otros fragmentos de la estructura palaciega,
por 80000 pesetas de entonces. Tan solo algunos intelectuales locales se dieron
cuenta de esta venta de nuestro patrimonio, y sus avisos y protestas cayeron en
oídos sordos frente a una clase política más preocupada por otros asuntos. Por
ello, lo que antaño fuese una maravilla del Renacimiento español iba ya rumbo a
Marbella desde Cartagena, separado para su traslado por barco. Una vez en
Francia, Goldberg contactó con todo aquel que desease una pieza de este
atractivo pastel, y acabó siendo comprado por George Blumenthal, un rico
banquero estadounidense, en 1913 para incorporarlo como decoración de su nueva
casa en Nueva York.
Enlace a fotogragía del Patio
del Honor en la casa de Blumenthal en Nueva York. Recogido de
Lentisco Puche, J. D. (2003). Ruina, venta y expolio del castillo de
Vélez Blanco. Andalucía en la historia (1), pp. 89-93.
Tras su muerte en 1945 es cuando,
tras la demolición de su casa, la mayoría del patio pasó al almacén del Museo
Metropolitano. Sin embargo, hasta que pudiesen exponerlo pasaron dos décadas,
puesto que faltaba el sitio necesario para que pudiese ser musealizado
correctamente, hecho que pudo realizarse finalmente en 1964, donde aún hoy
permanece expuesto. Sin embargo, la necesidad de ajustarse al espacio del museo
y a las particularidades de ser objeto de exposición obligaron a que la
configuración del patio no obedezca la estructura original que tenía en el
castillo, con ejemplos como la planta perfectamente cuadrada que tiene
actualmente o la falta de una balaustrada a la que se le perdió la pista en
1945 tras ser vendido a unos particulares neoyorquinos.
Curiosamente, en España las
labores de renovación y rehabilitación del castillo no comenzaron hasta los 60
y 70, después incluso que la restauración del patio por el MET para su
exposición.
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